Del Escenario Moderado al Escenario Severo

La primera bomba macroeconómica derivada de la pandemia estalló el viernes 29 de mayo a las 10:00 a.m. cuando el Dane publicó la tasa de desempleo de abril (19.8%), mes que recoge a plenitud la parálisis del sector productivo como consecuencia del confinamiento obligatorio de los consumidores. El dato fue perturbador, no obstante que los analistas en los días previos ya habían advertido que la tasa podría encaramarse al 20%.

De hecho, en esta página editorial de nuestra edición anterior dijimos: “… un escenario severo en el que la tasa de desempleo urbana se incremente a niveles del 18% o 20% puede llevar a que en promedio las cooperativas de ahorro y crédito especializadas y las cooperativas multiactivas e integrales con sección de ahorro y crédito se acerquen al punto de equilibrio en la post-pandemia.”

Aunque nos reafirmamos en lo dicho, debemos reconocer que nos quedamos cortos puesto que en nuestra edición anterior nos referíamos a la tasa de desempleo urbana, la cual fue de 23.5% en abril de 2020. Y la tomábamos como referencia puesto que es obvio para nosotros que ésta es la variable más relevante para el mercado objetivo de las cooperativas dado que la población, la capacidad de consumo, los ingresos y la demanda de crédito se concentran en los centros urbanos. Bogotá solita aporta el 26% del PIB nacional.

En la práctica esta dramática cifra de empleo nos lleva a descartar el escenario moderado de la pandemia y nos obliga a perfilar la realidad del sector a la luz del escenario severo, puesto que éste desafortunadamente se convirtió en el más probable. En este sentido y aún previendo que en los meses subsiguientes es dable esperar algunas reducciones leves en la tasa de desempleo urbana, no nos queda otro camino que reafirmamos en que en promedio ésta va a oscilar alrededor del 19% en 2020.

Reducción de la tasa de interés

La segunda bomba macroeconómica estalló ese mismo día, tres horas más tarde, a la 1:00 p.m. cuando la Junta Directiva del Banco de la República redujo la tasa de intervención a 2.75%, el mínimo histórico de esta variable. La cifra también fue estremecedora, aunque, de nuevo, los analistas habían anticipado la decisión.

De hecho, en esta página editorial de nuestra edición anterior dijimos: “Dado que los recortes en la tasa de interés del Banco de la República tardan cerca de un año en impactar toda la estructura de tasas, está cantado que en los inicios de 2021 los desembolsos de créditos de consumo tendrán que hacerse con tasas de interés inferiores entre 1.5 y 2.0 puntos porcentuales frente a las actuales.”

Dado que tras la decisión del 29 de mayo la tasa de intervención ya acumula una reducción de 150 puntos básicos (desde el 4.25% en febrero hasta el 2.75% en mayo) y en atención a que el indicador IBR a seis meses comienza a perfilar recortes adicionales, tampoco nos queda opción distinta a reafirmar el escenario severo con sus fuertes reducciones futuras en las tasas de interés del crédito de consumo.

Si bien se podría argumentar que dos datos macroeconómicos en un mes en particular no son suficientes para saltar del escenario moderado al escenario severo, mucho nos tememos que las dos cifras conocidas el 29 de mayo trazan una perspectiva de daño severo y perdurable sobre la economía.

Empezando con el dato de empleo, de todos es sabido que la empleabilidad es una variable rezagada que viene a reaccionar al final del ciclo económico. Ello se debe a que existen condiciones previas que se deben dar en las empresas para que se acelere la contratación de personal.

Tal es el caso del repunte de las ventas, la generación de caja y la recuperación de las utilidades operacionales. Un empresario difícilmente va a incrementar la nómina si previamente no recupera el punto de equilibrio, hecho que además se ve agravado por la pesada carga prestacional característica de nuestro mercado laboral y por los ajustes exagerados del salario mínimo en la última época. El 2021 no será la excepción.

En relación con las tasas de interés, ese mínimo histórico de 2.75% en la tasa de intervención (con una inflación anual del 3.5% al corte de abril) está para quedarse e incluso es factible que se marquen nuevos mínimos. En la rueda prensa en la que se informó la decisión el gerente del Emisor fue claro al afirmar que la economía se va a contraer entre el 15% y el 17% en el segundo trimestre del año y que en el tercero y en el cuarto la tasa de crecimiento también va a ser negativa, aunque convergiendo hacia cero al final del 2020.

Bajo esta perspectiva es factible que la inflación termine en diciembre de 2020 alrededor del 2.0%. Dado que este pronóstico implica una reducción de 150 puntos básicos desde el 3.5% de inflación anual a abril, es muy evidente que el recorte de 150 puntos básicos que hasta el momento ha hecho el Banco de la República sobre su tasa de intervención (del 4.25% en febrero al 2.75% en mayo) constituye un simple anticipo de la menor inflación futura, cuando toda la economía se ponga en promoción.

Esto significa que el Banco de la República tiene espacio para reducir la tasa de intervención, incluso más allá de lo que sugiere el indicador IBR a 6 meses. En realidad el gerente del Emisor no descartó un escenario de tasa repo real de cero, que en cristiano significa que la tasa de intervención podría bajar hasta el 2% para igualarse con el 2% de inflación esperada en diciembre de 2020. Si este fuere el caso, debemos reconocer que en esta materia también pudimos habernos quedado cortos en nuestra expectativa de recorte de tasas de la edición anterior de la revista.

La estrecha relación entre el consumo de los hogares y el crédito

Por otra parte, a medida que transcurra el año van a estallar más bombas macroeconómicas. El viernes 14 de agosto será la tercera explosión cuando el Dane publique el crecimiento del PIB del segundo trimestre del 2020, pues ese día el sector cooperativo verá cuánto cayó el consumo de los hogares.   Para tan solo dar una pista, si el consumo privado constituye cerca del 70% del PIB por el lado de la demanda y si se cumple la expectativa del Emisor – según la cual el PIB habría podido contraerse entre 15% y 17% – las métricas anuncian una monumental caída del consumo de las familias colombianas en el contexto de la pandemia.

Cifra relevante para el cooperativismo financiero si se tiene en cuenta que existe una relación de proporcionalidad entre el consumo privado y el crédito de consumo y si se recuerda además que algo más del 70% del crédito que otorgan las cooperativas corresponde a este segmento crediticio.

En particular nos inquietan los resultados de los ejercicios de correlación entre la tasa de desempleo y el indicador de cartera vencida. Si la tasa de desempleo se va a duplicar este año, como parece validarlo el resultado de abril, vayamos haciendo cuentas con un indicador de cartera vencida del orden del 10% (con su cargo por deterioro) que corresponde al escenario severo de post-pandemia del que hablamos hace un mes en esta página editorial.

Y recordemos que la fórmula para moderar los impactos potenciales del coronavirus se debe focalizar en la reducción del costo del fondeo y la mayor austeridad posible en el gasto administrativo.

Desatender esta realidad podría implicar que en promedio las cooperativas dedicadas al quehacer financiero no generen excedentes y que por consiguiente en la post-pandemia no estén en capacidad de generar capital propio, de remunerar el capital de los asociados, ni de alimentar los fondos sociales. Este sería un escenario debilitamiento del modelo de negocio que estamos a tiempo de evitar si la alta gerencia actúa con prontitud, decisión y firmeza.

Tomado de: Ed. No. 4 junio 2020. Ricardo Durán Romero, Director Ciclo Solidario

Redacción Perspectiva

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