El ciudadano de hoy conquista nuevos mundos, rompe paradigmas, enfrenta retos, asume nuevos roles. En todos los ámbitos de la vida de la sociedad llegó la época de los emprendedores y de la innovación.
Se
puede afirmar con certeza que la mayoría de los asociados de las diversas
formas asociativas que conforman actualmente el sector de la economía social y
solidaria nacieron el siglo pasado, pero, cabe preguntar: ¿Con qué competencias
y herramientas todos ellos dirigen y gestionan sus organizaciones en el siglo
XXI? Como ciudadanos de un nuevo siglo y del tercer milenio los asociados y sus
dirigentes ¿sí se cuestionan sobre los cambios necesarios para que éste
importante sector se dinamice y juegue cada vez un rol más significativo en el
entramado socioeconómico de nuestras naciones?
En
esta dirección cabría cuestionarse también si con el paso del tiempo y el
avance de la civilización, los paradigmas en la concepción, la dirección y la
gestión de cualquier tipo de organización social o solidaria se mantienen o han
cambiado y por qué motivaciones o influencias. Si bien es cierto que existe una filosofía,
una doctrina, unos principios y unos valores, enmarcados en una legislación,
que determinan y delimitan el accionar y el comportamiento del asociado, del
dirigente y del movimiento en su conjunto, también es cierto que el entorno y
las circunstancias ejercen una influencia en los cambios de la actitud hacia la
vida y hacia el quehacer profesional y social de los individuos y de los
colectivos: vivimos una cultura universal, buscamos una capacidad competitiva
en las empresas y sorteamos un entorno globalizado y agresivo en todos los escenarios.
El ciudadano de hoy conquista nuevos
mundos, rompe paradigmas, enfrenta retos, asume nuevos roles.
En todos los ámbitos de la vida de la sociedad llegó la época de los emprendedores y de la innovación. Así, por ejemplo, cada semana se comienzan cerca de 200.000 nuevos negocios en América Latina y 500.000 a nivel mundial, muchos de los cuales son iniciativas individuales que encuentran en el emprendimiento el camino al éxito económico y la realización personal. ¿Existe esa misma iniciativa y dinámica a nivel social y solidario para satisfacer las múltiples necesidades reales de amplias comunidades mediante emprendimientos colectivos e innovaciones propias de procesos o actividades bajo las reglas del esquema solidario?
Es claro que el emprendimiento y la innovación no llegan
solos. Para alcanzar las expectativas y metas deseadas, siempre hay que seguir
una hoja de ruta y enfrentar retos y fracasos parciales o totales, superar
escollos y dificultades con dedicación, apoyo y asesoría. En este proceso la
innovación desempeña un rol esencial. Pero, las innovaciones no surgen siempre
en los departamentos de Investigación y Desarrollo (I+D) de las grandes
empresas, también aparecen de ideas de personas comunes, que son observadoras, que
identifican nuevas oportunidades para la generación de cambios innovadores en
la manera de hacer las cosas, en el campo o en la ciudad, en la cadena de
producción o en la prestación de un servicio o en el desarrollo de una
actividad.
Por
lo anterior, en el sector social y solidario igualmente es necesario entender
que la Investigación, desarrollo e innovación, I+D+I, como nuevo concepto de investigación
centrado en el avance de la sociedad, donde el desarrollo es un concepto que
viene del sector económico y la innovación e investigación vienen de la
tecnología y la ciencia, no está limitado sólo para los grandes negocios. En
este sentido, es bueno permear y sensibilizar tanto a los asociados como a los
dirigentes y funcionarios del sector que se debe ser también conscientes que cuando
se investiga se está invirtiendo capital para obtener conocimiento y que cuando
se innova se invierte conocimiento para obtener capital, lo que redunda en
grandes beneficios a la colectividad que se integra.
Aunque siendo diferentes, existe una estrecha relación entre innovación y emprendimiento. Con el emprendimiento se inician nuevos negocios, individuales o conjuntos, con la innovación se implementan novedades o mejoras significativas.
Los emprendimientos innovadores son más complejos que los tradicionales,
pues además de enfrentar las tareas propias de la actividad, asumen las
dificultades inherentes a introducir algo nuevo en el mercado. El Emprendedor social
y solidario, entonces, es una persona con posibilidades de innovar, con la
capacidad de generar nuevos bienes y servicios orientados hacia una comunidad, de
una forma creativa, responsable, metódica, ética y efectiva.
Las entidades de fomento y apoyo al emprendimiento y a la innovación tienen como objetivo principal fomentar la cultura del emprendimiento identificando ideas de negocios y brindándoles a los ciudadanos fuentes de financiación, a personas innovadoras que emprenden nuevos proyectos, a emprendedores sociales que crean nuevas organizaciones, a emprendedores que buscan mejorar su entorno para el bien propio y el de sus comunidades.
Para los asociados y la comunidad la innovación representa mejores productos en términos de calidad y precio, servicios más eficientes; en otras palabras, reciben un beneficio social alcanzando una mejor calidad de vida.
Para las empresas asociativas, la innovación reporta más beneficios resultantes de producir bienes y servicios diferenciados, preferidos por su membresía o por utilizar técnicas productivas más eficientes.
Concitando
el apoyo de los gobiernos que buscan con el emprendimiento promover el
desarrollo y el progreso, generando ventaja competitiva, el emprendimiento
innovador le brinda a la sociedad mayores fortalezas para atender a asociados y
familias más exigentes y competir con empresas de otros sectores más dinámicas
y con personal más preparado.