Hablamos con Daniela Thomas, emprendedora y propietaria de la marca Elsa, una línea de ropa de segunda mano.
Desde el cultivo intensivo de algodón, el abuso excesivo de pesticidas, hasta los complejos procesos de teñido y de acabado, el derroche textil hecho por la moda rápida o fast fashion agrava la acumulación de residuos que, irremediablemente, terminan en vertederos o son sometidos a la incineración, emitiendo gases contaminantes. La industria textil genera el 10% de todas las emisiones de carbono del mundo, emitiendo más CO2 que el transporte aéreo y marítimo combinados. También esta industria es la responsable de 20% de la contaminación mundial del agua potable.
Esta nueva industria, el fast fashion, ha promovido la idea de que la ropa es un utensilio de pocos usos, que las tendencias de la moda son veloces, y que el estatus está delimitado por lo actualizado que están nuestros vestidores. En este proceso, se ha dejado de lado en el imaginario de las personas la importancia de la reparación y el cuidado de nuestras prendas, fomentando un ciclo de consumo desmedido y desperdicio.
Pero la contaminación no es el único problema, según el informe Global Slavery Index de Walk Free Foundation (2018), las fábricas de textiles son una de las fuentes más comunes de esclavitud en los últimos años. Detrás de las prendas de moda baratas y accesibles se encuentran personas pobres y vulnerables que se convierten en víctimas de la esclavitud moderna, es decir salarios mínimos, condiciones inhumanas de trabajo y largas jornadas laborales, violando los derechos laborales y perpetuando la desigualdad y la pobreza.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Hablamos con Daniela Thomas, la propietaria de Elsa, una de las 50 marcas de ropa de segunda mano que nacieron en pandemia, y que están posicionadas en el mundo digital de la ropa de segunda mano en Bogotá.
Hace tres años, tras el impacto de la pandemia, Daniela se encontraba en una difícil situación sin poder encontrar trabajo ni oportunidades laborales. En medio de esta circunstancia, se percató de que poseía una gran cantidad de ropa en su hogar en excelentes condiciones y de gran belleza. Fue entonces cuando surgió la idea de aprovechar esta oportunidad y vender estas prendas. Sin embargo, Daniela tenía la visión de llevar su emprendimiento a otro nivel, hacerlo formal y profesional. Por esta razón, tomó la decisión de abrir una cuenta en Instagram bajo el nombre de Elsa.
“Después de un tiempo de haber publicado las prendas en mi cuenta, me sorprendió ver que se estaban vendiendo. Al principio, lo hice sin pensar demasiado, pero poco a poco noté que el negocio estaba en movimiento. Fue entonces cuando me di cuenta de que la pandemia había impulsado una nueva forma de consumo: a través de internet. Junto con otras 50 marcas, nos convertimos en pioneras en el mundo de la ropa de segunda mano en el ámbito digital aquí en Bogotá.
>>Así comenzó todo. Vendía ropa usada y en buenas condiciones, de mi mamá, mi abuelita, la mía, la de mis primos. Sin embargo, llegó un momento en el que me di cuenta de que no tenía suficiente ropa para satisfacer la demanda de mi cuenta. Fue entonces cuando comencé a buscar proveedores, incluso los encontré mientras caminaba por la calle».
Para obtener la ropa que vende en Elsa, Daniela recurre a diferentes lugares como pulgueros o cachivacheros, donde encuentra una gran cantidad de prendas de segunda mano. Sin embargo, su trabajo no se limita a la selección de prendas, sino también de curaduría. Estas pasan por un minucioso proceso de lavado, desinfección y reparación, en el cual se les brinda un cuidado especial.
«Digamos que las prendas entran a un proceso de amor y cuidado, lo que nosotros llamamos dignificación. Queremos que valoren más las prendas y que aprecien también la historia que llevan consigo», explica Daniela.
En la actualidad, Bogotá cuenta con más de 90 emprendimientos dedicados a la venta de ropa de segunda mano. Daniela destaca el crecimiento de este mercado en los últimos años, pero reconoce que aún existen mitos y estereotipos asociados a la ropa de segunda mano que deben ser desmentidos.
«Pienso que no se trata de tratar de competir directamente con las grandes marcas de fast fashion, ya que nuestro trabajo es completamente diferente. Nosotros apoyamos a la sociedad, a los colectivos, a la industria local y a los emprendedores. No podemos enfrentarnos directamente a ellos, pero sí podemos informar a las personas sobre lo que realmente sucede detrás de la industria de la moda.
>>Porque la decisión recae en el consumidor, en si desea optar por la ropa de segunda mano. En mi caso, como Elsa, me he esforzado por brindar conocimiento e información al consumidor, porque no se trata solo de publicar una prenda de ropa de segunda mano y decir: ‘¡Cómprala!’. Va más allá de eso. También es importante considerar el motivo y el significado detrás de cada compra», afirma Daniela.
Su historia ejemplifica cómo los emprendedores lideran el cambio hacia una industria de la moda más responsable. A través de la compra y venta de ropa de segunda mano, se reduce nuestra huella ambiental y apoyamos a pequeños negocios locales, fomentando un estilo de vida consciente y sostenible.